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jueves, 18 de noviembre de 2010

"Te conocí casi sin querer y te quise casi sin conocerte"


Nunca creyó en el destino, pero éste hizo su aparición con rotundidad en su vida, le presentó una historia especial, una historia de encuentros y desencuentros, una historia arrolladora con un final escrito de antemano. Ambos fueron siempre conscientes de que estaban condenados a desearse…y a no tenerse.
Se hicieron compañía en la distancia, se distrajeron de la soledad el uno al otro y en este juego de la amistad acechaba el zarpazo del deseo. No les unían convencionalismos, estaban enganchados al reto que se suponían el uno para el otro. Esta historia no habla de finales de ensueño, habla de lo importante que puede llegar a ser alguien para nosotros/as sin pedir permiso. Habla de lo irreversible de sentirse atrapado cuando encontramos a nuestro alter ego. Cuando dos personas intuyen que son lo que mutuamente necesitan, cuando además racionalizan que no podrán tenerse jamás…nos regalan historias convulsas por su belleza y rotas por la impotencia.
Lo suyo germinó sin ingenuidades pero envuelto entre sutilezas, tal vez sus personalidades eran demasiado férreas como para desnudarse el uno ante el otro sin temor a hacerse daño. Pero cuando resultó ya insostenible el teatro de la normalidad, se entregaron con plenitud, se enredaron entre palabras de entrega y se dedicaron a cuidarse, a quererse en la distancia.
Ella pensaba que cuando por fin pudieran verse se darían cuenta de que la imaginación alimenta ilusiones que van mucho más allá de lo que puede ofrecernos la realidad, que se habían creado mutuamente unas expectativas irrealizables en el mundo real. Y tuvo que renunciar a toda esta filosofía del desencanto cuando, ya entre sus brazos, se sintió pequeñita y vulnerable. Jugaron a olvidar por unas horas que por mucho que se quisieran, la misma distancia que los unió, habría de separarlos sin contemplaciones después. Fueron cómplices de una ternura despojada de sentimentalismos, fueron amantes perpetuos por una noche.
Antes de encontrarse se dijeron que se odiaban, que no se soportaban, se dijeron también que se querían, primero con el disimulo de quien teme reconocer que no puede controlar algo, después con la valentía de quienes saben que no tendrán que mirarse a los ojos al día siguiente…y finalmente con la sinceridad que nos arranca la proximidad de la persona de la que nos hemos enganchado sin querer.
El encuentro se hizo esperar retenido por un montón de incidentes casi anecdóticos que les obligó a morderse las ganas de gastarse a besos…pero cuando por fin el destino les brindó intimidad, dejaron por unas horas aparcados sus dos personajes altivos y orgullosos para descubrir que se hacían mucho bien el uno al otro.
“No me olvides”, le dijo él.
Y ella pensaba que ojalá pudiera arrancarse su recuerdo, que desde aquel momento había perdido el timón de sus emociones. Sabía que nunca encontraría otros ojos como los suyos para perderse y que le perseguiría por mucho tiempo la frustración de amar sin rumbo.
“No voy a olvidarte, no puedo”
Así resume alguien reservado hasta el delirio que ha dejado de ser libre porque ya no concibe el día siguiente sin otra persona. Todo cicatriza, pero sabemos que hay recuerdos que sobresaltan al ser evocados hasta al alma más racional.
El final de esta historia tal vez no pueda escribirse cuando aún abrasan los besos recientes, pero sabemos que un adiós diplomático y distante clausuró una historia invisible para los demás, dos desconocidos a ojos de los que rodeaban se despedían sin mayor implicación, y ella se arañaba por dentro para no sentir algo que le dolía más.
Las mismas palabras que los unieron los despidieron impresas después. Un adiós para siempre, un adiós que pesa en el alma, pero que no podía demorarse más. O tal vez un adiós que ambos firmaron escudándose en la realidad, en la prudencia...para  ocultar que era en realidad producto de la cobardía.
Tal vez no se amen, porque los tiempos los marcó siempre la imposibilidad, pero sí se encierra en esta historia la magia de la espera y la desespera, como él muy bien describió. Puede que sí se amen, o que lo hagan un poco, de todas formas, precisamente porque esto no es un cuento de hadas ninguno sabe de verdad el papel que juega en la vida del otro, ni si se esperan aún en la nocturnidad.

¿Que te interesa saber ademas de historias de parejas?